La intimidad más profunda.
Alfredo y Susana se conocieron en 1991. Tres años después se casaron. Él tenía 30 años, y ella 23. Su relación se reveló desde un principio muy pasional. Hablaban muchas cosas juntos y siempre compartían abiertamente también en las cosas íntimas. Y cuando se encontraban con los amigos era para ellos una razón de orgullo: “Nosotros nos decimos todo, conversamos de todo... ¡pero todo!
Una linda pareja, alegre, simpática..
Gracias a su capacidad de decírselo todo, se sentían a salvo de posibles “crisis”: “Si llegamos a este grado de confidencia... ¿Podrá haber algo más íntimo?”.
En 1997 nació su primer hijo: Jorge.
En sus primeros años de vida, ningún problema, o casi. Pero Jorgito, poco a poco, además que un don, se fue revelando una provocación para sus padres. Hasta sus 7 añitos, todo tranquilo, pero desde su octavo año en adelante, poco a poco se expresó en Jorge una personalidad insólita para un niño de su edad. Se ponía preguntas profundas sobre la vida, la muerte, el universo, sobre Dios y la oración que había aprendido en la catequesis. Con el lenguaje simple de sus ocho años, interrogaba frecuentemente sus padres, en especial cuando estaban los tres sentado junto en la mesa para comer.
Hoy en día Jorge tiene 11 años.
Susana es católica. No sabe decir a si misma “cual y cuanta” sea su fe. Si probara preguntarse, descubriría que en el fondo su fe es la fe de su mamá: una fe íntima, personal, simple, a veces hasta mágica, pero sincera y profunda.
Alfredo no sabe definirse desde el punto de vista de la fe. No se opuso al bautizo de Jorge ni a su ingreso a la catequesis. Si probara preguntarse sobre su fe, posiblemente se daría cuenta que por él, creer es algo para personas débiles. Y eso no le gusta. Por instinto identifica la fe con larga procesiones, homilías aburridas; en cambio de chiquillo en la sierra se quedaba en las noches mirando el cielo estrellado y en las mañanas los apus que mudaban de color. En cierto momento había dejado de hacerlo, cuando un tío le molestó diciéndole que esa aptitud no era de varón. Pero hasta hoy ese recuerdo de la contemplación del cielo estrellado es dulce y lo llena de nostalgia.
Las preguntas de Jorge desconciertan a la pareja. Aún sin decirlo, Súsana y Alfredo descubren de haber hablado “de todo”... menos que de este tema. Y descubren, más que nada, de no saber hablarlo, tampoco ahora.
Si tratan de dar alguna respuesta a Jorge, prefieren hacerlo cuando el otro cónyuge no esté. Frente a su pareja, tienen vergüenza: sí, así es, se avergüenzan.
A veces se piensa que la intimidad más profunda es la del cuerpo.
Pero muchas veces hay una intimidad del espíritu, más profunda todavía, que queda afuera de las conversaciones de novios o de esposos.
El deseo de Dio está en toda persona, sea católica, agnóstica, atea o de cualquier religión.
Preguntas
¿Qué tipo de fe es la que tengo dentro de mi? ¿Cómo empezó? ¿Cómo la manifiesto?
¿Porque a veces no logramos compartir nuestra fe con la persona que amamos?
¿Expresamos nuestra fe en familia con algún signo religioso? ¿Cuándo rezamos juntos?
¿Es importante educar en la fe a nuestros hijos (o nietos)? ¿En pareja hablamos de como hacerlo mejor?
¿Qué actitud debería tener la pareja del relato hacia su hijito?
Comentarios